El hechizo de Duchamp (3ª y última parte. «No estás aquí»)
«Mi mente tiene una máquina del tiempo; puede viajar al pasado cuando cierro los ojos, y en mis sueños, viaja al futuro». Munia Khan
Estimados y estimadas lectoras. Aquí os traigo la tercera y última parte de El hechizo de Duchamp. Aquí podéis leer las dos anteriores: 1ª Parte, 2ª Parte.
La historia de Clara, finaliza, y nunca mejor dicho, aquí abajo.
No estás aquí
Decido regresar al hotel. Cierro la puerta de la habitación y me dejo caer exhausta sobre la cama. Las voces no cesan. Hablan, pero no entiendo nada. ¿Es mi madre? He caído en un sueño profundo y en él, he sentido una ligera presión en mi mano, como si alguien me acariciara y hablara. Susurros de fondo y más personas hablando entre ellas. Son conversaciones suaves, pausadas. Quizá algún sollozo. ¿Qué me está pasando?
Sobresaltada, abro los ojos, pero no hay nadie aquí.
Me levanto, sorprendentemente, mejor. Miro por la ventana; está amaneciendo. Decido tomar una ducha para despejarme por completo. El agua caliente cae sobre mi piel. Cierro los ojos bajo un chorro de agua caliente que alivia la tensión acumulada, y dirijo la mirada hacia el espejo empañado por el vapor.
Mi corazón da un vuelco al ver en el espejo unas letras borrosas formadas por el vaho. Las palabras parecen salir de la nada: «No estás aquí».
Todo me da vueltas. Pierdo el conocimiento.
Desconozco el tiempo que ha pasado desde que caí en el suelo del baño. Me duele todo el cuerpo. Durante el tiempo que he estado inconsciente, he vuelto a sentir que me acariciaban la mano. Creo recordar que la voz de mi madre me hablaba en todo momento. Era como si me estuviese avisando de algo. ¿Dónde puedo encontrar una respuesta a esta situación? Estoy perdida. Esta forma de aceptar esta situación no es propia de mí. Sigo creyendo que lo único que puedo hacer es salir a la periferia, alejarme y encontrar vida. ¿Y si todo es producto de mi imaginación? No puede ser, me duele la cabeza del golpe que me he dado en el cuarto de baño al caer.
Esas letras en el espejo, quizá las escribió algún turista que se alojó aquí antes que yo, y con el vaho, han salido. No debo darle vueltas.
Necesito curarme este golpe de la cabeza.
Desenlace
Clara se encontraba en medio del hall del «Egypt Air Hospital». Había vuelto para curarse de la herida en la cabeza. Una densa neblina inundaba el hospital. El olor a medicamentos era insoportable. No recordaba que ese olor estuviese allí en la anterior incursión. Sentía un vacío extraño, como si una parte de ella se hubiera apagado. Los mareos y las voces en su cabeza no cesaban, y cada vez se sentía más perdida. Caminaba sola, sin rumbo, por aquel hospital, intentando encontrar alguna señal de vida, pero lo único que hallaba eran sus propios pensamientos y el sonido de sus pasos. No había nadie.
Tras sentarse en una de las butacas, Clara se quedó dormida. Soñó con su madre. Escuchaba su voz hablándole e incluso podía sentir el contacto de su mano. Clara no entendía nada. Una y otra vez, la imagen de su madre le transmitía un consuelo perecedero que desaparecía al despertar.
Lo que Clara no sabía era que no estaba en Egipto. Se encontraba en una de tantas camas del hospital Vall d'Hebron. Su vida pendía de un hilo, de una máquina que la mantenía con vida.
Clara había sufrido un accidente de coche mientras se dirigía al aeropuerto de Barcelona para coger su vuelo, pero nunca llegó. Desde aquel fatídico día, sus padres estuvieron a su lado, hablándole, acariciándole la mano, besando a su hija, esperando el milagro que no llegaba.
Día tras día, los médicos atendían a Clara. Su estado era crítico. Las posibilidades de que despertara cada día eran más remotas. La tristeza colmaba la paciencia de aquella sala del hospital. Sus padres, decaídos, anhelaban una buena noticia.
El último calor de Clara
Por la tarde, uno de los doctores que atendía a Clara entró en la habitación. Su expresión dolorosa entreveía un mal presagio. Tras varios días en coma, había que tomar una decisión. Se dirigió a los padres de Clara, tragó saliva y carraspeó como si quisiera que su voz fuera lo menos brusca posible.
—Lo siento mucho. Hemos hecho todo lo posible, pero no hay indicios de mejoría. El grupo de médicos que atendemos a Clara hemos valorado la opción de desconectarla de la máquina. —Creemos que es la opción más sensata por el bienestar de su hija —dijo el doctor con voz suave.
Aquello cayó como una losa sobre los padres de Clara, que sollozaban acariciando la mano de Clara. Sentían que su corazón se rompía en mil pedazos, porque debían de tomar la decisión más difícil de sus vidas.
El padre de Clara, visiblemente afectado, respondió lentamente, tratando de ser fuerte. Con voz rota, dio su consentimiento, sabiendo que era lo mejor para su hija. Su mujer, con el dolor en sus ojos, le cogió fuertemente la mano, sintiendo el último calor de Clara y el estremecimiento de su marido.
El doctor les invitó amablemente a que le dijeran unas palabras a Clara y abandonó la habitación. Al cabo de una hora, el doctor entró a la sala, miró la tristeza de sus padres. No era una decisión fácil, nunca lo había sido para él. Se acercó a la máquina y fue desconectando los cables. El pitido de la máquina que mantenía a Clara se detuvo, y en la habitación quedó silencio. Los padres de Clara se abrazaron, y la vida de su hija se desvaneció para siempre. Unos minutos después, entraron a la sala varios celadores y una enfermera.
El sueño
Clara, en su sueño, empezó a sentir una paz. Abrió los ojos y ya no quedaba neblina en el ambiente. Ya no le dolía el golpe en la cabeza, y los mareos y el malestar habían cesado. En ese momento, comprendió las palabras del cristal: «No estás aquí», y ahora debía dejarse llevar. Con una última mirada hacia sus padres, Clara cerró los ojos y se dejó llevar.
Muchas gracias, estimados lectores y lectoras, por haber llegado hasta aquí. Si os ha gustado, os animo a hacérmelo saber con el sencillo gesto de pulsar ❤️
¡GRACIAS!
Jajaja!!
Ha tenido diferentes finales, pero estaba alargando tanto el relato, que ya me estaba rayando del todo; no me gustaba leerlo tan largo, ni qué decir de los finales, desde quedarse atrapada en una pirámide por culpa de un terremoto, y encontrar una salida gracias a un túnel del tiempo, que la llevaba de nuevo a Barcelona para empezar de nuevo, o estar atrapada en una dimensión paralela desde la que podía entrar y salir desde el aseo del aeropuerto. Bueno, cada una más dispar.
Al final, necesitaba parar esa historia, borré muchos párrafo y salió esto😫😫😫
Confieso que, después de leerlo, cambiaría muchas cosas, pero ahí se queda. Ahora a por otra cosa, mariposa🦋🦋
Un abrazo, Marta. Buenas noches🫂🌛
Sí te he leído varias notes por ahí que te estuvo dando problemas, pero hiciste bien en no borrarla, no fluyeron las ideas como hubieras querido pero estoy segura de que en otro momento lo harán. Ya decidirás tú, si modificar este, actualizarlo o escribir uno nuevo, pero no te angusties que aunque para ti no sea lo esperado, a mí, al menos, me gusta 😘. Buenas noches, que descanses.